Esta casa, que hace años perteneció a la familia Neyra, comprendía un solar de mayor extensión que el actual y con el tiempo ha ido subdividiéndose y adaptándose a los nuevos modos sistemáticos de parcelamiento.
Luego de la familia Neyra, perteneció a los Innaco, posteriormente a la firma de Mariano Acosta y, más tarde fue adquirida por el padre de Raquel Iriarte, hasta llegar a los propietarios y moradores actuales.
La casa luce orgullosa sus gruesas y altísimas paredes de ladrillos comunes asentados en barro, sin revoque en su fachada externa que ostenta un friso revocado, pilastras y cornisas con importantes molduras, lo que le da una impronta italianizante. Las aberturas de la parte antigua de la construcción son originales, de abrir, de madera, con banderolas superiores, postigos interiores y rejas en las ventanas. La puerta de acceso cuenta con dos hermosos escalones de mármol. En su interior, tiene una puerta cancel que da fin a su zaguán de acceso. La hilera de habitaciones que conforma la línea municipal, sector original de la casa que aún está en pie, conserva vigorosos sus pisos de pinotea sobre cámaras de aire, ventiladas por trabajadas rejillas de hierro, que se pueden observar desde la calle.
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